Expedición 2006 Ecuador al Everest - Parte II
El segundo intento, tocando el cielo con las manos.
Por: Patricio Crausaz
La mañana del 23 de mayo amaneció esplendida, había subido en la tarde anterior hasta el Collado Norte y hoy recorrería nuevamente la ruta hasta el C2. En la mañana del 24 subiría hasta donde había tenido que dar la vuelta unos días atrás. Ahora me sentía mas fuerte aun. La sección entre los 8100m y el C3 a 8300m era territorio desconocido para mí. Nuevamente me veía subiendo un muy empinado glaciar, pero me reconfortaba notar que mi ritmo era ligeramente más rápido que el de algunos sherpas que porteaban material para Project Himalaya. Llegue al campamento 3 pasadas las 2 de la tarde. Era un sito muy expuesto donde era casi imposible hacer plataformas para plantar carpas. Había muy pocas y por esa razón debería compartir una con dos miembros de Project Himalaya, Cris de Estados Unidos y Fred de Suecia. Los tres éramos bastante grandes y nos costo trabajo acomodarnos para descansar hasta la media noche, hora en la que ellos partirían rumbo a la cumbre con el resto de los miembros y sus sherpas. Yo había planeado salir media hora mas tarde. Mi linterna de cabeza necesitaba pilas nuevas así que las cambie. Mientras llenaba mi termo, la linterna se apago y fue necesario volver a colocar las pilas. A las 12.30pm salí de la carpa con rumbo a la cumbre. Llevaba conmigo un litro de té, un litro de bebida hidratante, cuatro geles de carbohidratos, mi cámara fotográfica y tres botellas de oxigeno, de las que usaría tan solo una y media. Era una noche sin luna. La ruta hacia la arista cimera era muy escarpada y era necesario escalar algunas secciones con pies y manos. Al cabo de una hora de marcha, mi linterna volvió a fallar. La primera vez pude arreglarla sin tener que quitármela, pero minutos después se apago nuevamente y esta vez fue necesario manejarla con una sola mano. Me encontraba en una posición muy precaria y sin que pudiera hacer nada para evitarlo, la linterna se resbalo de mi mano y me quede en la oscuridad absoluta. Durante los primeros minutos no podía ver nada, estaba paralizado y en medio de una sección de roca muy expuesta. Mis opciones se reducían a una. Si intentaba bajar, lo mas seguro era que tropezaría y caería sin remedio ya que no alcanzaba a ver mis pies. Si me quedaba inmóvil, seguramente me congelaría. La única alternativa viable era seguir subiendo ya que alcanzaba a distinguir las rocas donde podría apoyarme y sostenerme con mis manos. Me sentía fuerte y confiado, si seguía adelante despacio y con cuidado, tenia una buena probabilidad de sobrevivir hasta el amanecer.
Pasaron tres largas horas y las 4.30am los primeros rayos de sol empezaron a salir. Con cada minuto que pasaba aclaraba mas y más, había salido con bien de la primera dificultad que se me había presentado. Poco después, recibiría el segundo sobre salto, esta vez al encontrar el cuerpo de un montanista británico que había fallecido a 8500m en la noche del 14 de mayo. Al verlo sentí un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo. Pensé en lo precaria que era mi propia condición, y al tiempo que pedía a Dios por el alma de ese hermano montanista, le pedía también por mi propia seguridad. Luego de recibir ese recordatorio del riesgo que había asumido, mis sentidos se agudizaron, ponía extrema atención a cada movimiento que realizaba, consciente de que el mínimo error podría ser el ultimo.
Una hora mas tarde llegaba a la base de la intimidante pared vertical conocida como el Segundo Paso, a 8650m. Por un momento, sus 30 metros de altura me parecieron un obstáculo insuperable. Me decía a mí mismo que seria mejor dar la vuelta y no arriesgar la vida intentando escalarla. Pero al mismo tiempo estaba ese impulso básico de seguir adelante a pesar de todo. Me sentía muy fuerte, no tenia una razón sólida para rendirme. Aspire profundamente y empecé a subir. Sentí un nudo en la garganta hasta que me vi a salvo en la parte más alta del formidable obstáculo. Ahora se apoderaba de mí la angustia de no saber si seria capaz de volver a bajar por donde había subido. Y esa angustia me acompañaría el resto del día. Recorrí la arista cimera hasta la base de la pirámide que antecede a la cumbre, a 8750m, sintiendo cada vez con mas fuerza la altitud extrema. En ese trayecto encontré cinco cadáveres mas, y sentí en varias ocasiones una presencia que me rodeaba y que por momentos parecía caminar detrás de mí. Llegue a sentir que alguien tocaba mi espalda, pero al darme la vuelta no había nadie. Para entonces ya había aceptado la posibilidad de que los espíritus de aquellos que habían perdido la vida ahí permanecían en el lugar para acompañar a los que perseguíamos el mismo sueño de pararnos en el punto mas alto de la tierra, sueño por el que habían dado sus vidas.
Al llegar a la base de la pirámide cimera, pude ver a 3 miembros de otra expedición comercial que descendían de la cumbre con seis sherpas. Uno de los miembros estaba en muy mal estado, no podía casi caminar y cada dos pasos caía sobre sus rodillas para luego reincorporarse asistido por dos sherpas, antes de volver a caer. Luego, durante el descenso volvería a encontrarlo al pie del Segundo Paso, hasta donde había caído a su muerte. Aquella mañana guardaba aun otro drama para ese grupo, ya que otro de sus miembros sufriría de edema cerebral y alucinaciones, a 8700m, donde seria abandonado por sus sherpas para ser rescatado al día siguiente.
La pirámide cimera seria el ultimo gran obstáculo a ser superado antes de alcanzar mi sueño. Estaba muy cerca. Esos últimos cien metros verticales fueron eternos. Cada paso demandaba toda mi fuerza de voluntad y concentración. Toda mi existencia en esos momentos se concentraba en poner un pie delante del otro hasta que ya no hubiera nada mas alto en todo el planeta. A la 9.35am del 25 de mayo había alcanzado el Techo del Mundo, donde permanecería por apenas 25 minutos, minutos en los que se habían cristalizado todo el esfuerzo, dedicación, trabajo y apoyo recibido a lo largo de todo el año previo a ese momento. Podía finalmente tocar el cielo con mis manos.
Por: Patricio Crausaz
La mañana del 23 de mayo amaneció esplendida, había subido en la tarde anterior hasta el Collado Norte y hoy recorrería nuevamente la ruta hasta el C2. En la mañana del 24 subiría hasta donde había tenido que dar la vuelta unos días atrás. Ahora me sentía mas fuerte aun. La sección entre los 8100m y el C3 a 8300m era territorio desconocido para mí. Nuevamente me veía subiendo un muy empinado glaciar, pero me reconfortaba notar que mi ritmo era ligeramente más rápido que el de algunos sherpas que porteaban material para Project Himalaya. Llegue al campamento 3 pasadas las 2 de la tarde. Era un sito muy expuesto donde era casi imposible hacer plataformas para plantar carpas. Había muy pocas y por esa razón debería compartir una con dos miembros de Project Himalaya, Cris de Estados Unidos y Fred de Suecia. Los tres éramos bastante grandes y nos costo trabajo acomodarnos para descansar hasta la media noche, hora en la que ellos partirían rumbo a la cumbre con el resto de los miembros y sus sherpas. Yo había planeado salir media hora mas tarde. Mi linterna de cabeza necesitaba pilas nuevas así que las cambie. Mientras llenaba mi termo, la linterna se apago y fue necesario volver a colocar las pilas. A las 12.30pm salí de la carpa con rumbo a la cumbre. Llevaba conmigo un litro de té, un litro de bebida hidratante, cuatro geles de carbohidratos, mi cámara fotográfica y tres botellas de oxigeno, de las que usaría tan solo una y media. Era una noche sin luna. La ruta hacia la arista cimera era muy escarpada y era necesario escalar algunas secciones con pies y manos. Al cabo de una hora de marcha, mi linterna volvió a fallar. La primera vez pude arreglarla sin tener que quitármela, pero minutos después se apago nuevamente y esta vez fue necesario manejarla con una sola mano. Me encontraba en una posición muy precaria y sin que pudiera hacer nada para evitarlo, la linterna se resbalo de mi mano y me quede en la oscuridad absoluta. Durante los primeros minutos no podía ver nada, estaba paralizado y en medio de una sección de roca muy expuesta. Mis opciones se reducían a una. Si intentaba bajar, lo mas seguro era que tropezaría y caería sin remedio ya que no alcanzaba a ver mis pies. Si me quedaba inmóvil, seguramente me congelaría. La única alternativa viable era seguir subiendo ya que alcanzaba a distinguir las rocas donde podría apoyarme y sostenerme con mis manos. Me sentía fuerte y confiado, si seguía adelante despacio y con cuidado, tenia una buena probabilidad de sobrevivir hasta el amanecer.
Pasaron tres largas horas y las 4.30am los primeros rayos de sol empezaron a salir. Con cada minuto que pasaba aclaraba mas y más, había salido con bien de la primera dificultad que se me había presentado. Poco después, recibiría el segundo sobre salto, esta vez al encontrar el cuerpo de un montanista británico que había fallecido a 8500m en la noche del 14 de mayo. Al verlo sentí un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo. Pensé en lo precaria que era mi propia condición, y al tiempo que pedía a Dios por el alma de ese hermano montanista, le pedía también por mi propia seguridad. Luego de recibir ese recordatorio del riesgo que había asumido, mis sentidos se agudizaron, ponía extrema atención a cada movimiento que realizaba, consciente de que el mínimo error podría ser el ultimo.
Una hora mas tarde llegaba a la base de la intimidante pared vertical conocida como el Segundo Paso, a 8650m. Por un momento, sus 30 metros de altura me parecieron un obstáculo insuperable. Me decía a mí mismo que seria mejor dar la vuelta y no arriesgar la vida intentando escalarla. Pero al mismo tiempo estaba ese impulso básico de seguir adelante a pesar de todo. Me sentía muy fuerte, no tenia una razón sólida para rendirme. Aspire profundamente y empecé a subir. Sentí un nudo en la garganta hasta que me vi a salvo en la parte más alta del formidable obstáculo. Ahora se apoderaba de mí la angustia de no saber si seria capaz de volver a bajar por donde había subido. Y esa angustia me acompañaría el resto del día. Recorrí la arista cimera hasta la base de la pirámide que antecede a la cumbre, a 8750m, sintiendo cada vez con mas fuerza la altitud extrema. En ese trayecto encontré cinco cadáveres mas, y sentí en varias ocasiones una presencia que me rodeaba y que por momentos parecía caminar detrás de mí. Llegue a sentir que alguien tocaba mi espalda, pero al darme la vuelta no había nadie. Para entonces ya había aceptado la posibilidad de que los espíritus de aquellos que habían perdido la vida ahí permanecían en el lugar para acompañar a los que perseguíamos el mismo sueño de pararnos en el punto mas alto de la tierra, sueño por el que habían dado sus vidas.
Al llegar a la base de la pirámide cimera, pude ver a 3 miembros de otra expedición comercial que descendían de la cumbre con seis sherpas. Uno de los miembros estaba en muy mal estado, no podía casi caminar y cada dos pasos caía sobre sus rodillas para luego reincorporarse asistido por dos sherpas, antes de volver a caer. Luego, durante el descenso volvería a encontrarlo al pie del Segundo Paso, hasta donde había caído a su muerte. Aquella mañana guardaba aun otro drama para ese grupo, ya que otro de sus miembros sufriría de edema cerebral y alucinaciones, a 8700m, donde seria abandonado por sus sherpas para ser rescatado al día siguiente.
La pirámide cimera seria el ultimo gran obstáculo a ser superado antes de alcanzar mi sueño. Estaba muy cerca. Esos últimos cien metros verticales fueron eternos. Cada paso demandaba toda mi fuerza de voluntad y concentración. Toda mi existencia en esos momentos se concentraba en poner un pie delante del otro hasta que ya no hubiera nada mas alto en todo el planeta. A la 9.35am del 25 de mayo había alcanzado el Techo del Mundo, donde permanecería por apenas 25 minutos, minutos en los que se habían cristalizado todo el esfuerzo, dedicación, trabajo y apoyo recibido a lo largo de todo el año previo a ese momento. Podía finalmente tocar el cielo con mis manos.