Expedición 2006 Ecuador al Everest - Parte II
Aclimatación y etapa previa al primer intento de cumbre Por: Patricio Crausaz
Había pasado la primera noche a 7450msnm, y al amanecer del 8 de mayo, muy temprano en la mañana, escuché pasos en el exterior muy cerca de la carpa. Eran los primeros sherpas porteadores de otras expediciones con material para depositar en el C3. La mañana era cristalina y la profundidad de sus colores, sobrecogedora. Salí de mi refugio de nylon para estirarme en un esfuerzo inútil por desentumecer mis músculos y acelerar la circulación. Volví al interior de la carpa para iniciar el largo proceso de fundir nieve para preparar mi desayuno. Después de desayunar e hidratarme, esperé por varias horas, mirando hacia abajo a lo largo de la arista noroeste, buscando alguna señal de Julio o Edison.
Al medio día, al no ver señal alguna de mis compañeros decidí descender al CBA. Pero antes de hacerlo, seguiría las pisadas de los sherpas porteadores que había escuchado pasar en la mañana en la ruta hacia nuestra siguiente meta, el sitio del C3. Ascendí hasta los 7800m, por una pendiente muy pronunciada en terreno mixto; Es difícil describir la magnitud, la colosal dimensión de esta montaña. Había ganado apenas 350m verticales en dos horas de un agotador esfuerzo. Y la pendiente parecía continuar interminable hasta las puertas del cielo. Y sin embargo, la cumbre aparecía tan cercana a la vista. La delgada atmósfera, al ofrecer menor resistencia al reflejo de la luz solar, distorsiona la percepción de distancia.
Unas pocas horas dentro de la Zona de la Muerte, por encima de los 7500m, me habían dejado listo con mi proceso de aclimatación. Ahora descendería rápidamente hasta el CBA para reunirme con mis compañeros y pasar la noche. Al llegar al CBA y constatar que había cubierto los 1400m de desnivel vertical en poco más de tres horas y media, no podía creerlo.
En el CBA me esperaban Julio y Devendra. Edison y Paulina habían bajado al CB, pues necesitaban descansar y reponerse de los efectos de la altura. Habían llevado con ellos a Lakpa para que los asistiera. Julio también necesitaba ir a una cota más baja, nos pusimos de acuerdo en pasar la noche en el CBA y reunirnos con los otros miembros de la expedición en el CB al día siguiente, 9 de mayo. En la mañana del 9 dimos instrucciones a Pasang Dawa, el sherpa de Paulina, para que continúe con el proceso de montaje de los campamentos 2 y 3 para ella mientras el equipo recuraba energías en el CB. Pasang Dawa había pasado unos días en reposo, recuperándose de una afección estomacal que contrajo al final de abril. En esos días nos tocó a nosotros realizar los porteos hasta el Collado Norte. Le explicamos la localización de los depósitos que habíamos dejado, donde él podría encontrar los materiales y provisiones necesarias. Así dábamos por concluido el trabajo previo al asalto definitivo a la cumbre. Habíamos pasado 14 días a más de 6400m de altitud. Era hora de un merecido descanso que permitiría a nuestros cuerpos recuperar energías para el ascenso final.
En ruta hacia el CB Julio y yo fuimos sorprendidos por una feroz ventisca que azotaba sin piedad nuestros rostros y cubría de hielo nuestra indumentaria. Sin embargo estábamos bien protegidos pues vestíamos pantalones y chaquetas de gore-tex, totalmente impermeables y resistentes al viento. Fue una caminata de 25 kilómetros en la que batallamos por 6 horas contra el viento. De vuelta en el sitio del CB a 5200m, notamos que se encontraba casi abandonado. Otras expediciones habían descendido hasta Tingri o Shegar, poblados de la región, para oxigenarse por unos días en espera de la ventana de buen tiempo para un intento de cumbre. La ventana estaba pronosticada para la semana del 15 de mayo.
Al CB había llegado José Jijón, luego de haber alcanzado la cumbre del Cho Oyu, y Edison y Paulina lo habían invitado a cenar en nuestra carpa comedor. Era la primera vez que nos conocíamos en persona. Fue agradable departir e intercambiar experiencias montañeras mientras disfrutábamos un exquisito pollo al jugo a la ecuatoriana. Pepe nos contó que había pasado unos días descansando en Shegar antes de subir al CB. Luego de verificar nuestra información sobre la región, mis compañeros y yo acordamos dirigirnos al mismo pequeño poblado tibetano a unos 100km del CB. En Shegar, a diferencia de Tingri, podríamos tomar una ducha caliente, la primera en más de un mes, además de poder visitar las ruinas de la fortaleza Shegar Dzong, construida en 1269 y que en su tiempo fue el símbolo y capital de toda la región donde se encuentra el Everest. En la mañana del 10 de mayo organizamos un transporte y esa misma noche la pasamos a 4440m de altitud. Nos quedaríamos hasta la mañana del 14.
La prioridad durante los tres días que pasamos en Shegar fue descansar y alimentarnos bien. Estos días a baja altitud nos permitieron regenerar nuestras reservas de energía y oxigeno, necesarias para el esfuerzo final, el ataque a la cumbre. Aprovechamos para conocer los puntos de interés de este poblado que hasta antes de la invasión china de 1953 fue la sede de uno de los monasterios budistas más grandes e influyentes del Tibet. Las ruinas de la fortaleza Shegar Dzong son sin duda el atractivo turístico más importante de la zona. Se elevan más de 400m verticales desde la esquina oeste del poblado, a lo largo de una escarpada colina cuyos flancos sirvieron de base para su construcción. Ascender hasta la parte más alta hoy en día es todo un ejercicio de escalada en terreno mixto y sin duda una buena manera de mantenernos en forma para lo que estaba por venir.
Una vez en la parte más alta de las ruinas pudimos observar a la distancia la majestuosa silueta de la Chomolungma, sin duda una presencia que domina toda esta región. A su lado, otro gigante de más de ocho mil metros, el Cho Oyu, palidece en comparación. Subir hasta la cima de la montaña más alta del planeta por nuestro propio esfuerzo parecía desde aquí una empresa de locos. Pero estábamos en el Tibet precisamente para cumplir con ese objetivo y todas nuestras energías se concentraban en esa noción. Cumplida la visita obligatoria a las ruinas de Shegar Dzong y al monasterio, dimos por terminado el periodo de descanso y emprendimos el camino de regreso al Campo Base. Era una jornada de varias horas a través de los desolados parajes del plateau tibetano. Fue sorprendente sin embargo, encontrar en el camino varios oasis de verdor producidos por los primeros brotes de cebada en los campos cultivados por los campesinos locales. Ahora que las nieves y glaciares de las montañas del Himalaya habían empezado a fundirse bajo el poder vital de los rayos del sol de primavera, la vida volvía a manifestarse en toda su magnifica fuerza en estos elevados, áridos y rocosos parajes.
El viaje de regreso fue largo y no carente de sobresaltos ya que el jeep que nos transportaba tenía problemas con el encendido y la calibración del distribuidor. Afortunadamente el conductor resultó ser un experimentado y recursivo conocedor de la ruta, hábil mecánico y habitante de uno de los poblados de la zona. Esto último nos brindó una nueva oportunidad de conocer la cotidianidad de la gente local, ya que fuimos invitados a detenernos en su casa y compartir con su familia la hora del chai. El chai es el té local hecho con leche de yak, té y especias. Y vaya que pudimos apreciar su sabor; Las reglas de cortesía tibetana dictan que la tasa del huésped no puede permanecer vacía, por lo que cada vez que uno de nosotros terminaba de beber, era inmediatamente atendido con un rellenado instantáneo. Debemos haber bebido al menos cuatro termos de chai esa tarde, pero sobre todo tuvimos el privilegio de conocer la cotidianidad de una familia trabajadora de la zona.
Ya de vuelta en el CB, Devendra y Lakpa nos esperaban con una agradable sorpresa; Prepararían para nosotros una cena especial: pollo al jugo, arroz frito con verduras, ensalada fresca y como postre, frutas en almíbar. Era su forma de desearnos suerte en el esfuerzo final. Al día siguiente ascenderíamos al CBA. Durante la cena, Edison nos anunció su indisposición para continuar en la aventura. A su permanente malestar estomacal, nos decía, se habían añadido dos dolencias. Ahora sus pulmones estaban congestionados y sus ojos habían contraído una conjuntivitis. A pesar de la baja de Edi, el ánimo de los otros miembros de la expedición estaba muy alto y nos sentíamos fuertes y motivados para lo que venía la próxima semana.
La hora de la verdad estaba cerca. Si los elementos colaboraban, esperábamos estar en el Techo del Mundo el día 19 de mayo. En la mañana del 15, Paulina y yo enfilamos muy temprano hacia el CBA. Julio, Lakpa y Devendra nos seguirían más tarde.
Había pasado la primera noche a 7450msnm, y al amanecer del 8 de mayo, muy temprano en la mañana, escuché pasos en el exterior muy cerca de la carpa. Eran los primeros sherpas porteadores de otras expediciones con material para depositar en el C3. La mañana era cristalina y la profundidad de sus colores, sobrecogedora. Salí de mi refugio de nylon para estirarme en un esfuerzo inútil por desentumecer mis músculos y acelerar la circulación. Volví al interior de la carpa para iniciar el largo proceso de fundir nieve para preparar mi desayuno. Después de desayunar e hidratarme, esperé por varias horas, mirando hacia abajo a lo largo de la arista noroeste, buscando alguna señal de Julio o Edison.
Al medio día, al no ver señal alguna de mis compañeros decidí descender al CBA. Pero antes de hacerlo, seguiría las pisadas de los sherpas porteadores que había escuchado pasar en la mañana en la ruta hacia nuestra siguiente meta, el sitio del C3. Ascendí hasta los 7800m, por una pendiente muy pronunciada en terreno mixto; Es difícil describir la magnitud, la colosal dimensión de esta montaña. Había ganado apenas 350m verticales en dos horas de un agotador esfuerzo. Y la pendiente parecía continuar interminable hasta las puertas del cielo. Y sin embargo, la cumbre aparecía tan cercana a la vista. La delgada atmósfera, al ofrecer menor resistencia al reflejo de la luz solar, distorsiona la percepción de distancia.
Unas pocas horas dentro de la Zona de la Muerte, por encima de los 7500m, me habían dejado listo con mi proceso de aclimatación. Ahora descendería rápidamente hasta el CBA para reunirme con mis compañeros y pasar la noche. Al llegar al CBA y constatar que había cubierto los 1400m de desnivel vertical en poco más de tres horas y media, no podía creerlo.
En el CBA me esperaban Julio y Devendra. Edison y Paulina habían bajado al CB, pues necesitaban descansar y reponerse de los efectos de la altura. Habían llevado con ellos a Lakpa para que los asistiera. Julio también necesitaba ir a una cota más baja, nos pusimos de acuerdo en pasar la noche en el CBA y reunirnos con los otros miembros de la expedición en el CB al día siguiente, 9 de mayo. En la mañana del 9 dimos instrucciones a Pasang Dawa, el sherpa de Paulina, para que continúe con el proceso de montaje de los campamentos 2 y 3 para ella mientras el equipo recuraba energías en el CB. Pasang Dawa había pasado unos días en reposo, recuperándose de una afección estomacal que contrajo al final de abril. En esos días nos tocó a nosotros realizar los porteos hasta el Collado Norte. Le explicamos la localización de los depósitos que habíamos dejado, donde él podría encontrar los materiales y provisiones necesarias. Así dábamos por concluido el trabajo previo al asalto definitivo a la cumbre. Habíamos pasado 14 días a más de 6400m de altitud. Era hora de un merecido descanso que permitiría a nuestros cuerpos recuperar energías para el ascenso final.
En ruta hacia el CB Julio y yo fuimos sorprendidos por una feroz ventisca que azotaba sin piedad nuestros rostros y cubría de hielo nuestra indumentaria. Sin embargo estábamos bien protegidos pues vestíamos pantalones y chaquetas de gore-tex, totalmente impermeables y resistentes al viento. Fue una caminata de 25 kilómetros en la que batallamos por 6 horas contra el viento. De vuelta en el sitio del CB a 5200m, notamos que se encontraba casi abandonado. Otras expediciones habían descendido hasta Tingri o Shegar, poblados de la región, para oxigenarse por unos días en espera de la ventana de buen tiempo para un intento de cumbre. La ventana estaba pronosticada para la semana del 15 de mayo.
Al CB había llegado José Jijón, luego de haber alcanzado la cumbre del Cho Oyu, y Edison y Paulina lo habían invitado a cenar en nuestra carpa comedor. Era la primera vez que nos conocíamos en persona. Fue agradable departir e intercambiar experiencias montañeras mientras disfrutábamos un exquisito pollo al jugo a la ecuatoriana. Pepe nos contó que había pasado unos días descansando en Shegar antes de subir al CB. Luego de verificar nuestra información sobre la región, mis compañeros y yo acordamos dirigirnos al mismo pequeño poblado tibetano a unos 100km del CB. En Shegar, a diferencia de Tingri, podríamos tomar una ducha caliente, la primera en más de un mes, además de poder visitar las ruinas de la fortaleza Shegar Dzong, construida en 1269 y que en su tiempo fue el símbolo y capital de toda la región donde se encuentra el Everest. En la mañana del 10 de mayo organizamos un transporte y esa misma noche la pasamos a 4440m de altitud. Nos quedaríamos hasta la mañana del 14.
La prioridad durante los tres días que pasamos en Shegar fue descansar y alimentarnos bien. Estos días a baja altitud nos permitieron regenerar nuestras reservas de energía y oxigeno, necesarias para el esfuerzo final, el ataque a la cumbre. Aprovechamos para conocer los puntos de interés de este poblado que hasta antes de la invasión china de 1953 fue la sede de uno de los monasterios budistas más grandes e influyentes del Tibet. Las ruinas de la fortaleza Shegar Dzong son sin duda el atractivo turístico más importante de la zona. Se elevan más de 400m verticales desde la esquina oeste del poblado, a lo largo de una escarpada colina cuyos flancos sirvieron de base para su construcción. Ascender hasta la parte más alta hoy en día es todo un ejercicio de escalada en terreno mixto y sin duda una buena manera de mantenernos en forma para lo que estaba por venir.
Una vez en la parte más alta de las ruinas pudimos observar a la distancia la majestuosa silueta de la Chomolungma, sin duda una presencia que domina toda esta región. A su lado, otro gigante de más de ocho mil metros, el Cho Oyu, palidece en comparación. Subir hasta la cima de la montaña más alta del planeta por nuestro propio esfuerzo parecía desde aquí una empresa de locos. Pero estábamos en el Tibet precisamente para cumplir con ese objetivo y todas nuestras energías se concentraban en esa noción. Cumplida la visita obligatoria a las ruinas de Shegar Dzong y al monasterio, dimos por terminado el periodo de descanso y emprendimos el camino de regreso al Campo Base. Era una jornada de varias horas a través de los desolados parajes del plateau tibetano. Fue sorprendente sin embargo, encontrar en el camino varios oasis de verdor producidos por los primeros brotes de cebada en los campos cultivados por los campesinos locales. Ahora que las nieves y glaciares de las montañas del Himalaya habían empezado a fundirse bajo el poder vital de los rayos del sol de primavera, la vida volvía a manifestarse en toda su magnifica fuerza en estos elevados, áridos y rocosos parajes.
El viaje de regreso fue largo y no carente de sobresaltos ya que el jeep que nos transportaba tenía problemas con el encendido y la calibración del distribuidor. Afortunadamente el conductor resultó ser un experimentado y recursivo conocedor de la ruta, hábil mecánico y habitante de uno de los poblados de la zona. Esto último nos brindó una nueva oportunidad de conocer la cotidianidad de la gente local, ya que fuimos invitados a detenernos en su casa y compartir con su familia la hora del chai. El chai es el té local hecho con leche de yak, té y especias. Y vaya que pudimos apreciar su sabor; Las reglas de cortesía tibetana dictan que la tasa del huésped no puede permanecer vacía, por lo que cada vez que uno de nosotros terminaba de beber, era inmediatamente atendido con un rellenado instantáneo. Debemos haber bebido al menos cuatro termos de chai esa tarde, pero sobre todo tuvimos el privilegio de conocer la cotidianidad de una familia trabajadora de la zona.
Ya de vuelta en el CB, Devendra y Lakpa nos esperaban con una agradable sorpresa; Prepararían para nosotros una cena especial: pollo al jugo, arroz frito con verduras, ensalada fresca y como postre, frutas en almíbar. Era su forma de desearnos suerte en el esfuerzo final. Al día siguiente ascenderíamos al CBA. Durante la cena, Edison nos anunció su indisposición para continuar en la aventura. A su permanente malestar estomacal, nos decía, se habían añadido dos dolencias. Ahora sus pulmones estaban congestionados y sus ojos habían contraído una conjuntivitis. A pesar de la baja de Edi, el ánimo de los otros miembros de la expedición estaba muy alto y nos sentíamos fuertes y motivados para lo que venía la próxima semana.
La hora de la verdad estaba cerca. Si los elementos colaboraban, esperábamos estar en el Techo del Mundo el día 19 de mayo. En la mañana del 15, Paulina y yo enfilamos muy temprano hacia el CBA. Julio, Lakpa y Devendra nos seguirían más tarde.