Expedición 2006 Ecuador al Everest - Parte II
Proceso de Aclimatación Por: Patricio Crausaz
El 26 de abril llegamos nuevamente al CBA. La noche anterior la habíamos pasado en el campamento intermedio de la expedición comercial 7Summits Club, a una altitud de 5800m, aproximadamente a 12 kilómetros del CB y a mitad de camino entre los dos. Habíamos sobre estimado nuestra fortaleza al pensar que ya estábamos en condiciones de cubrir los 25 kilómetros y los 1200 metros de desnivel verticales que separan a los dos campamentos base. Afortunadamente, el líder de esta expedición, Alex Abramov, y su esposa habían pasado unas vacaciones en Ecuador y guardaban muy buenos recuerdos de la generosidad de la gente de nuestro país. No fue difícil convencerlos de ofrecernos posada en su lujoso campamento. Fue una velada agradable en la que pudimos relacionarnos con expedicionarios de Australia, Irlanda, Estados Unidos, y Rusia. Varios de ellos habían visitado nuestras montañas en viajes anteriores y la conversación giró en torno a las maravillas naturales de nuestro territorio nacional.
Ya en el CBA, lo primero que hicimos fue auxiliar a Devendra que sufría de un muy agudo mal de montaña. En los tres días que se había quedado solo, no había comido nada y apenas se había hidratado. Preparé dos litros de té de coca en los que disolví una aspirina y miel de abeja. La poción lo reanimaría y aliviaría su malestar, así podría dormir durante la noche y recuperar energías para descender al CB a la mañana siguiente. Devendra necesitaría varios días para recuperarse.
El 27 de abril escalamos por primera vez la Cascada de Hielo Norte, la empinada pared de hielo de 500 metros verticales que debíamos superar para llegar al sito del C1. Julio y Edison ascendieron rápidamente, mientras que Paulina y yo lo hicimos a un ritmo que permitiera a nuestros cuerpos adaptarse paulatinamente al esfuerzo extremo y a la falta de oxigeno. Era un día esplendido, el sol brillaba intensamente y sus rayos se reflejaban en la nieve con fuerza cegadora. Yo podía sentir toda la fuerza de la naturaleza fluir a mi alrededor. Sin embargo, la primera advertencia por parte de la montaña se manifestaba. Uno de los miembros de la expedición hindú estaba siendo rescatado desde el C1 debido a un edema pulmonar que casi lo había matado durante la noche.
Cuando alcanzamos los 7050m, sitio del C1 estuvimos fascinados con la espectacular vista de la arista y pirámide cimeras. Nunca antes habíamos estado a esta altitud, eran 86 metros verticales más alto que la cumbre del Aconcagua, la montaña más alta del hemisferio occidental. Por primera vez teníamos una percepción real de la magnitud de la empresa que habíamos decidido intentar. El verdadero ascenso de la montaña más alta del mundo apenas se estaba iniciando. Luego de reconocer el sito del C1 bajamos al CBA para reponernos.
Durante los siguientes dos días el tiempo cambió y se desató una fuerte tormenta de nieve. Afortunadamente habíamos llevado con nosotros una buena selección de libros y música. Cuando el cielo se hubo despejado nuevamente y la nieve nueva se hubo asentado, realizamos dos porteos de material al sito del C1. En el día del segundo porteo, montamos el campamento, dos carpas para dos personas cada una. Ya teníamos todo lo necesario para pasar varias noches a 7050m, comida, cocinetas, gas y sacos de dormir.
Durante los días 3, 4 y 5 de mayo se produjo una feroz batalla entre los vientos del oeste y los vientos del este; Gigantescos remolinos de nieve barrían constantemente toda la arista noreste de la Chomolugma. Durante estos tres días comprobamos nuevamente que escalar la montaña más alta del mundo es tanto una fuerte exigencia física como un ejercicio de infinita paciencia. La montaña decide cuando uno puede adentrarse en sus dominios. Y finalmente en la mañana del 6 de mayo volvió a abrirse, espléndida, para permitirnos continuar con nuestro proceso de aclimatación y montaje de los campamentos altos. Subimos por cuarta vez por la Cascada de Hielo Norte hasta el Collado del mismo nombre para pasar la noche en el C1; A la mañana siguiente continuaríamos hasta el sitio del C2 a 7450m de altitud. La noche transcurrió apacible, dormimos sin experimentar ningún síntoma de mal de altura, aunque un tanto incómodos por el escaso espacio disponible para cada uno de nosotros.
En la mañana del 7, luego de desayunar nuestra avena instantánea y varias tasas de té, enfilamos hacia el sito del C2. La luminosidad de las alturas y la espectacularidad del escenario nos permitió hacer algunas tomas de video de la ascensión por la arista noroeste. Julio, Edison y yo porteamos la comida, carpa y material de escalada. Durante la noche, el sherpa de Paulina había experimentado síntomas de mal de altura, por lo que no se sentía en capacidad de portear su material. Cinco horas de un considerable esfuerzo nos permitieron alcanzar la cota de 7450m. Paulina ascendió hasta el sitio del C2 pero debió descender al no contar con su saco de dormir y otros elementos necesarios para pasar la noche ahí. Los síntomas de mal de altura en Edison se agudizaron y se manifestaron en una aguda sensibilidad al frío y debilidad física. Él debía descender inmediatamente para evitar complicaciones de mayor consideración como un edema pulmonar. Julio, que también sentía los efectos del intenso frío, acompañaría a Edison para asistirlo si él colapsaba en el trayecto al CBA. Al día siguiente volvería a subir para continuar con su proceso de aclimatación, si se sentía suficientemente fuerte.
Me correspondió entonces la tarea de montar el campamento y crear el depósito de comida y material que mis compañeros y yo habíamos subido y utilizaríamos en los siguientes días. Mientras me disponía a armar la carpa noté que Patricio Tisalema se acercaba, después de haber realizado un porteo de material hasta los 7900m. Conversamos un rato, le comenté que mis compañeros habían decidido bajar y que por lo tanto debería pasar la noche en soledad. Me dio ánimos y continuó su descenso. Montaña abajo, el espacio se cubría de nubes y el viento se hacía presente otra vez. La experiencia adquirida durante mi expedición en solitario al Denali en el año 2004 resultó invaluable en ese momento; En menos de una hora tenía nuestro refugio listo y pronto estaba fundiendo nieve para hidratarme y preparar mi cena. Pasaron algunas horas mientras realizaba las tareas necesarias para mantenerme fuerte y bien hidratado.
Durante esas horas, las nubes no habían alcanzado la altitud a la que me encontraba, habían permanecido en cotas más bajas, envolviendo los flancos de las montañas adyacentes y produciendo extraños juegos con la luz solar. En la distancia distinguía la figura del Pumori entre el mar de nubes, parecía un enorme huevo de pascua envuelto en papel celofán. La cordillera del Himalaya se extendía hasta el infinito. Al caer la noche, el viento había amainado. Durante toda la noche desperté varias veces, inquieto y preguntándome si amanecería sano y sin síntomas de edema pulmonar o cerebral. Dormir más de seis horas fue todo un logro a esta altitud.
El 26 de abril llegamos nuevamente al CBA. La noche anterior la habíamos pasado en el campamento intermedio de la expedición comercial 7Summits Club, a una altitud de 5800m, aproximadamente a 12 kilómetros del CB y a mitad de camino entre los dos. Habíamos sobre estimado nuestra fortaleza al pensar que ya estábamos en condiciones de cubrir los 25 kilómetros y los 1200 metros de desnivel verticales que separan a los dos campamentos base. Afortunadamente, el líder de esta expedición, Alex Abramov, y su esposa habían pasado unas vacaciones en Ecuador y guardaban muy buenos recuerdos de la generosidad de la gente de nuestro país. No fue difícil convencerlos de ofrecernos posada en su lujoso campamento. Fue una velada agradable en la que pudimos relacionarnos con expedicionarios de Australia, Irlanda, Estados Unidos, y Rusia. Varios de ellos habían visitado nuestras montañas en viajes anteriores y la conversación giró en torno a las maravillas naturales de nuestro territorio nacional.
Ya en el CBA, lo primero que hicimos fue auxiliar a Devendra que sufría de un muy agudo mal de montaña. En los tres días que se había quedado solo, no había comido nada y apenas se había hidratado. Preparé dos litros de té de coca en los que disolví una aspirina y miel de abeja. La poción lo reanimaría y aliviaría su malestar, así podría dormir durante la noche y recuperar energías para descender al CB a la mañana siguiente. Devendra necesitaría varios días para recuperarse.
El 27 de abril escalamos por primera vez la Cascada de Hielo Norte, la empinada pared de hielo de 500 metros verticales que debíamos superar para llegar al sito del C1. Julio y Edison ascendieron rápidamente, mientras que Paulina y yo lo hicimos a un ritmo que permitiera a nuestros cuerpos adaptarse paulatinamente al esfuerzo extremo y a la falta de oxigeno. Era un día esplendido, el sol brillaba intensamente y sus rayos se reflejaban en la nieve con fuerza cegadora. Yo podía sentir toda la fuerza de la naturaleza fluir a mi alrededor. Sin embargo, la primera advertencia por parte de la montaña se manifestaba. Uno de los miembros de la expedición hindú estaba siendo rescatado desde el C1 debido a un edema pulmonar que casi lo había matado durante la noche.
Cuando alcanzamos los 7050m, sitio del C1 estuvimos fascinados con la espectacular vista de la arista y pirámide cimeras. Nunca antes habíamos estado a esta altitud, eran 86 metros verticales más alto que la cumbre del Aconcagua, la montaña más alta del hemisferio occidental. Por primera vez teníamos una percepción real de la magnitud de la empresa que habíamos decidido intentar. El verdadero ascenso de la montaña más alta del mundo apenas se estaba iniciando. Luego de reconocer el sito del C1 bajamos al CBA para reponernos.
Durante los siguientes dos días el tiempo cambió y se desató una fuerte tormenta de nieve. Afortunadamente habíamos llevado con nosotros una buena selección de libros y música. Cuando el cielo se hubo despejado nuevamente y la nieve nueva se hubo asentado, realizamos dos porteos de material al sito del C1. En el día del segundo porteo, montamos el campamento, dos carpas para dos personas cada una. Ya teníamos todo lo necesario para pasar varias noches a 7050m, comida, cocinetas, gas y sacos de dormir.
Durante los días 3, 4 y 5 de mayo se produjo una feroz batalla entre los vientos del oeste y los vientos del este; Gigantescos remolinos de nieve barrían constantemente toda la arista noreste de la Chomolugma. Durante estos tres días comprobamos nuevamente que escalar la montaña más alta del mundo es tanto una fuerte exigencia física como un ejercicio de infinita paciencia. La montaña decide cuando uno puede adentrarse en sus dominios. Y finalmente en la mañana del 6 de mayo volvió a abrirse, espléndida, para permitirnos continuar con nuestro proceso de aclimatación y montaje de los campamentos altos. Subimos por cuarta vez por la Cascada de Hielo Norte hasta el Collado del mismo nombre para pasar la noche en el C1; A la mañana siguiente continuaríamos hasta el sitio del C2 a 7450m de altitud. La noche transcurrió apacible, dormimos sin experimentar ningún síntoma de mal de altura, aunque un tanto incómodos por el escaso espacio disponible para cada uno de nosotros.
En la mañana del 7, luego de desayunar nuestra avena instantánea y varias tasas de té, enfilamos hacia el sito del C2. La luminosidad de las alturas y la espectacularidad del escenario nos permitió hacer algunas tomas de video de la ascensión por la arista noroeste. Julio, Edison y yo porteamos la comida, carpa y material de escalada. Durante la noche, el sherpa de Paulina había experimentado síntomas de mal de altura, por lo que no se sentía en capacidad de portear su material. Cinco horas de un considerable esfuerzo nos permitieron alcanzar la cota de 7450m. Paulina ascendió hasta el sitio del C2 pero debió descender al no contar con su saco de dormir y otros elementos necesarios para pasar la noche ahí. Los síntomas de mal de altura en Edison se agudizaron y se manifestaron en una aguda sensibilidad al frío y debilidad física. Él debía descender inmediatamente para evitar complicaciones de mayor consideración como un edema pulmonar. Julio, que también sentía los efectos del intenso frío, acompañaría a Edison para asistirlo si él colapsaba en el trayecto al CBA. Al día siguiente volvería a subir para continuar con su proceso de aclimatación, si se sentía suficientemente fuerte.
Me correspondió entonces la tarea de montar el campamento y crear el depósito de comida y material que mis compañeros y yo habíamos subido y utilizaríamos en los siguientes días. Mientras me disponía a armar la carpa noté que Patricio Tisalema se acercaba, después de haber realizado un porteo de material hasta los 7900m. Conversamos un rato, le comenté que mis compañeros habían decidido bajar y que por lo tanto debería pasar la noche en soledad. Me dio ánimos y continuó su descenso. Montaña abajo, el espacio se cubría de nubes y el viento se hacía presente otra vez. La experiencia adquirida durante mi expedición en solitario al Denali en el año 2004 resultó invaluable en ese momento; En menos de una hora tenía nuestro refugio listo y pronto estaba fundiendo nieve para hidratarme y preparar mi cena. Pasaron algunas horas mientras realizaba las tareas necesarias para mantenerme fuerte y bien hidratado.
Durante esas horas, las nubes no habían alcanzado la altitud a la que me encontraba, habían permanecido en cotas más bajas, envolviendo los flancos de las montañas adyacentes y produciendo extraños juegos con la luz solar. En la distancia distinguía la figura del Pumori entre el mar de nubes, parecía un enorme huevo de pascua envuelto en papel celofán. La cordillera del Himalaya se extendía hasta el infinito. Al caer la noche, el viento había amainado. Durante toda la noche desperté varias veces, inquieto y preguntándome si amanecería sano y sin síntomas de edema pulmonar o cerebral. Dormir más de seis horas fue todo un logro a esta altitud.