Expedición 2006 Ecuador al Everest - Parte I
UN DÍA EN NYALAM Nyalam, 7 de abril, 2006
Por: Patricio Crausaz
Hoy hemos decidido darnos una tregua en lo que ha sido una agitada travesía, cuyos detalles ya les contamos en la entrega anterior. Probablemente no tengamos más oportunidades de relajarnos en las siguientes etapas, por lo que disfrutaremos de un día tranquilo en Nyalam.
Empezamos con un desayuno ligero, para luego ir a la oficina de correos y a un café internet. Este es el último poblado en nuestro trayecto donde podremos hacerlo. Enviado nuestro primer reporte, nos embarcamos en el 4X4 para dirigirnos hacia Gangpak, un pequeño caserío a 10km de Nyalam. A primera vista el lugar podría pasar totalmente desapercibido. Sin embargo, es una visita obligada pues fue el hogar del famoso místico budista y compositor del siglo 11, Milarepa.
Para nuestra agradable sorpresa, desde el minuto que descendemos del vehículo, Gangpak cobra una vida inusitada. Es como una cápsula del tiempo en la que la vida ha cambiado poco o casi nada desde los tiempos del místico. Tenemos oportunidad de fotografiar escenas típicas y los rostros del Tibet. El solo contacto con estas escenas cotidianas es recompensa suficiente.
Sin embargo resta aún por realizarse lo que es el motivo principal de haber venido aquí, la visita a la famosa cueva de Milarepa. Cuenta la leyenda que este hombre renunció a todo lujo y se enclaustró en una cueva, comiendo por años nada más que hierbas de las cercanías que le traían sus discípulos. Al parecer, al cabo de unos años, Milarepa adquirió el mismo color verde de sus alimentos. Perfeccionó la meditación hasta alcanzar niveles de conciencia que le permitían realizar actos milagrosos. El más notable de los hechos mágicos que se le atribuyen es el de haber levantado el techo de su cueva algunos centímetros empujándolo sin más ayuda que la fuerza de sus manos. La visita ha valido la pena y a primera hora de la tarde es tiempo de regresar a Nyalam.
La carretera ofrece vistas espectaculares de varios picos nevados muy altos y muy afilados, es un día soleado, estoy equipado como para hacer ejercicio, así que decido aprovechar la oportunidad de correr unos kilómetros a 3800msnm. No solo me ayudará a mantenerme en forma, sino que también podré respirar el aire fresco de la montaña, tan delicioso después de la contaminación de Katmandú. Mis compañeros prefieren seguir camino en el jeep y yo me quedo realizando un pequeño calentamiento antes de empezar la carrera.
Y ahora los papeles se han invertido. Ya no son los tibetanos una curiosidad para mi, sino yo para ellos, pues aparentemente nunca han visto a alguien corriendo en short y camiseta por estos lugares. Me miran con una mezcla de asombro e incredulidad, como preguntándose que le pasará a ese loco?. Poco después llego a Nyalam y nuevamente atraigo todas las miradas, siento que me dan ánimo aunque persiste el asombro. Ha sido una excelente idea, me siento fresco y casi no me he agitado, ¡estoy en plena forma!
Luego de una corto descanso me uno a mis compañeros para ir a almorzar. Una suculenta comida tibetana nos espera. Y como postre, tengo la oportunidad de visitar la cocina del pequeño restaurante. Que gran privilegio poder admirar la destreza del chef cuando prepara sus platillos al estilo de los guerreros del Gengis Kan, en el típico wok, cuyos orígenes se remontan a los escudos de batalla de aquellos legendarios jinetes, y que al final de un día al galope eran utilizados con instrumentos para cocinar sus alimentos.
En la tarde disfrutamos de una película del oeste, “El Bueno, el Malo y el Feo”, gracias a nuestras HP Pavilion Entertainment Notebooks. Ahora tenemos las baterías recargadas para proseguir mañana a primera hora nuestro viaje hacia Tingri, a 4850msnm, última parada antes del Campo Base en la Cara Norte del Everest. Les enviamos un fuerte abrazo y muchas gracias a todas aquellas personas que nos han escrito unas palabras de aliento. Mil disculpas por no poder contestarles personalmente a cada uno de ustedes.
Por: Patricio Crausaz
Hoy hemos decidido darnos una tregua en lo que ha sido una agitada travesía, cuyos detalles ya les contamos en la entrega anterior. Probablemente no tengamos más oportunidades de relajarnos en las siguientes etapas, por lo que disfrutaremos de un día tranquilo en Nyalam.
Empezamos con un desayuno ligero, para luego ir a la oficina de correos y a un café internet. Este es el último poblado en nuestro trayecto donde podremos hacerlo. Enviado nuestro primer reporte, nos embarcamos en el 4X4 para dirigirnos hacia Gangpak, un pequeño caserío a 10km de Nyalam. A primera vista el lugar podría pasar totalmente desapercibido. Sin embargo, es una visita obligada pues fue el hogar del famoso místico budista y compositor del siglo 11, Milarepa.
Para nuestra agradable sorpresa, desde el minuto que descendemos del vehículo, Gangpak cobra una vida inusitada. Es como una cápsula del tiempo en la que la vida ha cambiado poco o casi nada desde los tiempos del místico. Tenemos oportunidad de fotografiar escenas típicas y los rostros del Tibet. El solo contacto con estas escenas cotidianas es recompensa suficiente.
Sin embargo resta aún por realizarse lo que es el motivo principal de haber venido aquí, la visita a la famosa cueva de Milarepa. Cuenta la leyenda que este hombre renunció a todo lujo y se enclaustró en una cueva, comiendo por años nada más que hierbas de las cercanías que le traían sus discípulos. Al parecer, al cabo de unos años, Milarepa adquirió el mismo color verde de sus alimentos. Perfeccionó la meditación hasta alcanzar niveles de conciencia que le permitían realizar actos milagrosos. El más notable de los hechos mágicos que se le atribuyen es el de haber levantado el techo de su cueva algunos centímetros empujándolo sin más ayuda que la fuerza de sus manos. La visita ha valido la pena y a primera hora de la tarde es tiempo de regresar a Nyalam.
La carretera ofrece vistas espectaculares de varios picos nevados muy altos y muy afilados, es un día soleado, estoy equipado como para hacer ejercicio, así que decido aprovechar la oportunidad de correr unos kilómetros a 3800msnm. No solo me ayudará a mantenerme en forma, sino que también podré respirar el aire fresco de la montaña, tan delicioso después de la contaminación de Katmandú. Mis compañeros prefieren seguir camino en el jeep y yo me quedo realizando un pequeño calentamiento antes de empezar la carrera.
Y ahora los papeles se han invertido. Ya no son los tibetanos una curiosidad para mi, sino yo para ellos, pues aparentemente nunca han visto a alguien corriendo en short y camiseta por estos lugares. Me miran con una mezcla de asombro e incredulidad, como preguntándose que le pasará a ese loco?. Poco después llego a Nyalam y nuevamente atraigo todas las miradas, siento que me dan ánimo aunque persiste el asombro. Ha sido una excelente idea, me siento fresco y casi no me he agitado, ¡estoy en plena forma!
Luego de una corto descanso me uno a mis compañeros para ir a almorzar. Una suculenta comida tibetana nos espera. Y como postre, tengo la oportunidad de visitar la cocina del pequeño restaurante. Que gran privilegio poder admirar la destreza del chef cuando prepara sus platillos al estilo de los guerreros del Gengis Kan, en el típico wok, cuyos orígenes se remontan a los escudos de batalla de aquellos legendarios jinetes, y que al final de un día al galope eran utilizados con instrumentos para cocinar sus alimentos.
En la tarde disfrutamos de una película del oeste, “El Bueno, el Malo y el Feo”, gracias a nuestras HP Pavilion Entertainment Notebooks. Ahora tenemos las baterías recargadas para proseguir mañana a primera hora nuestro viaje hacia Tingri, a 4850msnm, última parada antes del Campo Base en la Cara Norte del Everest. Les enviamos un fuerte abrazo y muchas gracias a todas aquellas personas que nos han escrito unas palabras de aliento. Mil disculpas por no poder contestarles personalmente a cada uno de ustedes.